Cuando falta el enganche, el equipo pierde ese jugador que junta las piezas, que hace de nexo entre la idea y la ejecución. Juan Cuevas cumple ese rol con naturalidad en San Martín de Tucumán: recibe, piensa y distribuye. Contra Colegiales no estuvo, y Ariel Martos tuvo que buscar respuestas en otras sociedades. Con Gabriel Hachen moviéndose entre líneas y el regreso de Jesús Soraire al mediocampo, el “Santo” logró encontrar el camino para que la pelota volviera a tener sentido.

La ausencia de Cuevas no es un detalle menor. A sus 36 años, el zurdo había disputado todos los partidos de la temporada,  en la que convirtió dos goles (a Patronato y a Güemes de Santiago del Estero) y se había transformado en el principal generador de juego del equipo. Nunca dejó de rendir. Asumió el rol de conductor, cargó con esa responsabilidad y fue siempre el primer receptor de cada jugada ofensiva.

Los números respaldan su peso específico. Esta temporada, según el sitio de estadísticas SofaScore, promedia 19,8 pases precisos por partido (85% de efectividad), 1,3 regates exitosos (74%) y dos pases largos por encuentro con un 71% de acierto.  Su evolución es clara, tanto en influencia como en precisión. Cuevas no solo organiza: mejora a los que lo rodean.

Por eso, cuando no está, San Martín lo siente. Contra All Boys su salida se notó. El equipo perdió sorpresa, dinámica y claridad en el último pase. La circulación se fue apagando con el correr de los minutos.

En el segundo tiempo, sin su cerebro en cancha, al “Santo” le costó horrores romper el cerrojo que propuso la visita. Hubo voluntad, pero no ideas. Intentos individuales, pero poca conexión. Y una certeza incómoda: no hay otro jugador que cumpla su función con naturalidad.

Sin embargo, contra Colegiales, Martos tomó nota de aquella lección. Si bien confía en Hachen para ser eje desde los costados, entendió que necesitaba una pieza más que aportara pausa, distribución y lectura de juego en la mitad.

Por eso apostó por Soraire, que no sumaba minutos desde la cuarta fecha en el empate contra Güemes 1-1. Su ingreso fue clave para equilibrar el mediocampo y, sobre todo, para inclinar la balanza.

Soraire se posicionó como un cinco con despliegue, pero también con sentido asociativo. Desde esa zona, comenzó a triangular por las bandas y encontró respuestas por la izquierda. En una jugada que explicó el cambio de ritmo, Gustavo Abregú combinó con Hernán Zuliani, que rápidamente abrió con Hachen.

Buenos números

El ex Platense aprovechó su velocidad y capacidad de engaño para desbordar, levantó la cabeza y envió un centro preciso. Franco García lo capitalizó con un cabezazo certero. Fue la segunda asistencia del volante rosarino en el torneo, tras la que le dio a Martín Pino en el triunfo contra Ferro.

“Rescato siempre al grupo. Me gustó la entrega y la paciencia del equipo. Pudimos volver a encontrar un buen funcionamiento”, destacó Hachen que decidió priorizar el nivel colectivo sobre el individual.

No obstante, sus números en La Ciudadela demuestran lo importante que fue para la victoria. Según SofaScore, Hachen obtuvo una calificación de 8,0.

Jugó los 90 minutos, dio una asistencia, completó 35 de 38 pases (92%), lanzó tres pases clave y acertó los cuatro pases largos que intentó. Además, ganó seis de diez duelos en el suelo, los dos duelos aéreos que disputó, interceptó dos pelotas y completó el único regate que intentó. Perdió diez posesiones, cometió una falta y recibió dos.

Soraire, por su parte, jugó 49 minutos, tras reemplazar a Matías García, quien quedó al límite con las tarjetas amarillas. Tuvo una precisión de pase del 78% (18 de 23), acertó tres de cinco envíos largos, intentó un remate al arco y participó en ocho duelos en el suelo (ganó dos). Si bien no generó ocasiones claras, ayudó a sostener el dominio territorial y le dio mayor fluidez al equipo de Martos en campo rival.

En ese complemento que le costó tanto a San Martín durante la primera parte, fueron Hachen y Soraire quienes aportaron claridad.

No reemplazaron a Cuevas desde lo individual, pero sí supieron, desde la sociedad, cubrir su ausencia con inteligencia y compromiso. Uno desde la creatividad; el otro desde el orden.

Esa respuesta, además de sumar tres puntos, le abre un nuevo interrogante a Martos: ¿cómo rearmar el mediocampo cuando vuelva Cuevas? ¿Quién sale? ¿Quién se mantiene? ¿Y si el equipo necesita cambiar el esquema en función del rival?

La incógnita no es menor. San Martín encontró variantes ante una ausencia sensible. Y aunque el peso del enganche sigue siendo irremplazable, lo cierto es que el equipo aprendió a jugar sin él. Por necesidad, pero también por crecimiento.